Viólame la mente, que eso me pone
El humo no es más que el recuerdo constante de que nos estamos consumiendo a cada calada

jueves, 7 de enero de 2010

Solo apto para gente muy aburrida

Era una gélida tarde de noviembre, las hojas que pisaba en su camino no cesaban de crujir, no sabía quién era ella, no sabía que le pasaba, pero estaba seguro de que debía encontrarla para poder escapar de aquella pesadilla. Sin nada más alegre en lo que pensar se puso a recordar el comienzo de todo:
Era un día monótono de septiembre, de esos en los que se decide ordenar la buhardilla. la casa contaba unos 200 años, parte de una herencia de un misterioso tío lejano que rondaba el siglo al que solo vi una vez y del que no guardo buen recuerdo, a pesar de llevar más de un año viviendo en esa casa no me había molestado en retirar sus cosas, hasta hoy, tire cajas y más cajas, ropa vieja y enciclopedias agujereadas por las polillas, y fotografías de tiempos demasiado lejanos, barrí, aspiré y fregué hasta dejarme los nudillos y las ganas, cuando todo relucía, dentro de lo que cabía esperar, me senté tranquilamente en el suelo, sobre una mullida alfombra, debajo de la alfombra asomaba tímidamente la esquina de … algo.. no sabría decir que era. Lo cogí de un tirón, fue entonces cuando la vi, sentí que el reloj se detenía, era una foto con una mirada que me perseguiría durante muchas noches de soledad. La foto retrataba a una hermosa joven, los ojos inocentes, los labios entreabiertos, el cabello brillante que lo enmarcaba todo y… solo una palabra por detrás: Rebecca. Repase mentalmente mi extenso árbol genealógico, ni una sola Rebecca.
Pasé meses preguntando a todos mis parientes vivos, nadie sabía nada, o nadie quería que yo supiera nada. Pregunte en la policía, en los archivos, en las necrológicas, recorrí el país en busca de una pista pero nada, cada vez sentía que debía desistir, pero la foto tenía algo que hacía que pensara que pronto la iba a encontrar. Mientras buscaba comenzaron a sucederme cosas extrañas, objetos cambiados de lugar, cabellos rubios en el lavabo y pisadas de agua por el dormitorio, estaba absorto y no le di importancia, hasta ayer.
Volvía de trabajar, un largo día, subí hacia el dormitorio y de repente vi sobre mi cama rosas ensangrentadas formando un nombre REBECCA. Preocupado llame a mi padre y le forcé a hablar, me lo conto todo, ya sabía dónde buscarla.
Por fin llegue a la puerta, toque tímidamente, me indicaron que pasara, el lugar olía a fuerte incienso y a vejez, me senté tranquilamente mientras la mujer servía café, demasiado aguado para mi gusto.
-¿Qué desea? Su llamada me ha dejado… Hm… impresionada.
-Creía que estaba usted acostumbrada a esto.
-No se equivoque, trato con espíritus, no con hombres, ¿por qué quiere resucitar a los muertos?
-Porque la amo
-Bien, bien, le espero en la puerta del cementerio a las 10, no se retrase.
Llegue 10 minutos antes al cementerio, para mi sorpresa ella ya estaba allí, nos dirigimos a la tumba de Rebecca. Desplazamos la lápida y comenzamos a escavar, estaba impaciente iba a conocerla, el echo de que estuviera muerta me era irrelevante, pues había leído que las personas que han sido asesinadas sin conocer el amor en la vida se levantaban por su propio pie si este llamaba a su corazón. A los 5 minutos de estar excavando una mano surgió de repente tomando la mía, la sujeté y la ayude a salir, allí estaba Rebecca, como si el tiempo no hubiera pasado para ella, como si los 50 años bajo tierra no hubiesen pasado, la abracé y le bese los labios, sabiendo que por ello compartiríamos la misma maldición, para siempre.

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